Moisés aunque se crió lleno de lujos siendo un príncipe en el reino egipcio, convirtiéndose en uno de los mayores generales egipcios y casándose con una princesa etíope, nunca se olvidó de sus raíces y tomó una decisión radical para ayudar al pueblo de Israel. Eso significó renunciar a la gloria terrenal por amor a Dios y a su Pueblo. Sabía
que los premios terrenales son vanos comparados con la recompensa eterna en el cielo. Cristo igualmente renunció a su gloria por amor a nosotros y aceptó morir en una cruz para salvarnos y ahora goza de su recompensa celestial al estar sentado a la diestra del Padre. Vivir por fe implica renunciar para ganar. Valorar lo eterno y desestimar lo efímero.